12 - Las primeras locomotoras. Condiciones de trabajo de maquinistas y fogoneros

En el interior del edificio de la Rotonda, junto a la “Mataró”, encontramos algunas de las primeras locomotoras originales que se conservan como es el caso de la “Martorell” de 1854, la más antigua que se conserva en el Estado. En su parte delantera es posible leer las siglas de la compañía a la que perteneció y el número de orden que le fue asignado. Hasta la creación de Renfe en 1941, cada compañía utilizó una numeración particular para denominar a sus locomotoras. A esta pequeña locomotora se la conoce como “Martorell” porque sus primeros servicios los hizo entre esa población catalana y Barcelona.

Las primeras locomotoras de vapor del siglo XIX tenían un tamaño muy reducido, y se limitaban a hacer los cortos trayectos que cada compañía privada explotaba en forma de concesión. La labor de maquinistas y fogoneros era muy dura por el reducido espacio en el que tenían que trabajar sin ninguna protección de las condiciones climáticas, con un calor abrasador o ateridos de frío y respirando humo y hollín. Es posible acceder a la cabina de la locomotora “Mamut” de 1857 que se encuentra a la derecha y en ella se puede imaginar la penosidad de la conducción de estas primeras locomotoras de vapor.

Estas primeras locomotoras a medida que quedaban desfasadas se utilizaban para mover otros vehículos en estaciones y depósitos, tarea que desarrollaron durante muchos años. Esta utilidad salvó a muchas de ellas de su desaparición.

Progresivamente las compañías se ampliaron y las líneas se fueron uniendo, siendo necesarias locomotoras de mayores dimensiones para cubrir recorridos mayores. El incremento de las distancias fue proporcional a la dureza de las condiciones laborales de los ferroviarios, aunque se cubrieran las cabinas de las máquinas de vapor. Las jornadas podían prolongarse más de doce, catorce o las horas que fueran necesarias para llevar el tren a destino. Una locomotora podía consumir 10 toneladas de carbón en una jornada, incluso más si este era de mala calidad, lo que era muy frecuente. En este caso, el fogonero tenía además que remover constantemente el fuego para mantenerlo. En las paradas no había descanso, pues había que engrasar bielas y órganos motores, y repostar agua. En el Museo es posible acceder a las cabinas de las grandes locomotoras como la “Mallet”, la “Santa Fe” o la “Mikado”, las tres restauradas por los voluntarios de la Asociación.